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Alzheimer

            Se llamaba Auguste Deter...

                                                  Auguste Deter.

 Se llamaba Auguste Deter. Al preguntarle por su nombre respondía Auguste; lo mismo cuando se le preguntaba
por su apellido, por el nombre de su marido. Todas las respuestas eran “Auguste”. Recordaba que corría el año
1800, cuando en realidad esa conversación mantenida entre ella y el doctor Alois Alzheimer tuvo lugar en 1901
en el Hospital para Enfermos Mentales y Epilépticos de Frankfurt (Alemania).
 Auguste Deter, paciente de 51 años había ingresado en el hospital el día anterior y respondía al cuestionario
con titubeos y de forma incorrecta muchas veces. Alois Alzheimer era un psiquiatra con experiencia en estudios
histológicos (estudio de tejidos orgánicos).
 Se trata del primer caso documentado de un enfermo de Alzheimer, una enfermedad que más de un siglo
después continúa siendo una gran desconocida y el tipo más común de demencia. Afecta actualmente a más de
47,5 millones de personas en el mundo, según las estimaciones de la Primera Conferencia Ministerial de la Or-
ganización Mundial de la Salud sobre la Acción Mundial contra la Demencia de 2015. Una cifra que mantiene un
crecimiento preocupante y exponencial: según las previsiones, para 2050 el número de casos se habrá cuadru-
plicado a menos que se encuentre un tratamiento efectivo que permita curar esta dolencia.
 Alois Alzheimer se encargó de reconstruir la historia de esta paciente durante cinco años hasta su muerte
en 1906. Sin antecedentes familiares de alcoholismo o trastornos mentales, sin posibilidad de haber contraído
sífilis, sin enfermedades graves previas... A comienzos de 1901 era una mujer normal que repentinamente co-
menzó a delirar con que su marido se veía con una vecina, según detalla José Ramón Alonso en SCiLogs. Después,
empezó a tener problemas para recordar cosas; a cometer serios errores al cocinar; deambulaba continuamente
por su casa sin ninguna razón. Finalmente, su indiferencia era total ante todo y perdió el sentido del valor del
dinero.
 Se encontraba aterrorizada ante la soledad, creía que estaba muriendo, no encontraba los objetos que ella mis-
ma había guardado. Intentaba escribir su nombre... pero no lo lograba.
 Aunque Alzheimer tuvo que marcharse de Frankfurt nunca abandonó el caso de la señora Deter. Siguió la evo-

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